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En Piojó, ni los perros callejeros pelean

 

 

Según el Comandante de la Policía de Piojó, los jóvenes del Municipio se caracterizan por estudiar, recrearse y ayudar a sus padres en las actividades del campo. / Fotos Carlos Capella - EL HERALDO

 

Por SERGIO MEDINA V.

Al llegar a Piojó parece que en cada rincón hubiese un altoparlante emitiendo música ambiental. Pero no, es el canto de los pájaros que se escucha todas las mañanas en el pueblo, hasta el punto de opacar las voces de sus habitantes. A diferencia de otros municipios del Atlántico —donde la gente suele ser bulliciosa y muy extrovertida— en esta población nadie grita.

De hecho, los piojoneros no son amantes a las verbenas, bazares ni grandes parrandas, como sí ocurre con otros coterráneos. A nadie allí se le ocurre organizar un baile popular, pese a que no está prohibido. Por eso en el pueblo tampoco se escucha la música atronadora de ‘El Chichi mega mix’ ni ‘El Solista’ —los ‘reyes’ de las fiestas municipales— ni ningún otro picó, porque no los hay.

El silencio se percibe en sus angostas y viejas calles inclinadas, que parecen una gran pista con rampas. Es precisamente esta particularidad topográfica lo que no permite hablar mucho mientras se camina, y menos cuando no se cuenta con el mejor estado físico, porque de lo contrario el cansancio comienza a aparecer.

Los nativos se enorgullecen de vivir en completa paz. Aseguran que su Municipio, de 462 años de fundado, es el más seguro del Departamento. Y lo dicen con razón: según estadísticas del Comando de Policía del Atlántico, Piojó, con unos 2.500 habitantes, es el más seguro y tranquilo.

En el 2007 fue reportado un solo caso de lesiones personales y en lo corrido de este año, ninguno. Otros delitos como homicidios, hurtos y comercialización de alucinógenos, entre otros, no hacen parte del diario vivir de esta población.

En comparación con Juan de Acosta, que registra un hurto cometido este año; Polonuevo, que tiene un solo caso de lesión personal, pero cinco asaltos a personas y entidades comerciales, o Suan, que reporta cero heridos pero cuatro hurtos, en Piojó literalmente no pasa nada.

El sargento Álvaro Payares, comandante de la Estación de Policía de Piojó, afirma que hasta el momento han sido suficientes los doce uniformados que tiene a su disposición para garantizar la seguridad de la población.

El Suboficial sostiene que los bajos índices criminales y delincuenciales se deben, entre otros factores, a la ausencia de focos de drogadicción.

“Los jóvenes cuando salen del colegio se van a jugar fútbol o al campo a ayudar a sus padres en la agricultura.

Además, la topografía del pueblo no permite que los delincuentes cometan un delito en un lado y salgan por el otro porque no tiene las suficientes vías de acceso. Además, las personas que entran a Piojó tienen que salir por la misma vía”, dijo.

Según el comandante Payares, los casos de robo son esporádicos y aislados. No obstante, cuando se presentan, los mismos afectados saben de quién fueron víctimas.


   

 Rebeca Gallardo es la líder de Piojó. En sus ratos libres se sienta a un lado de la iglesia en compañía de varias amigas a dialogar y, de paso, a vigilar quién entra y quién sale del pueblo.


“Un día un jovencito se había robado unas cadenitas de plata en el interior de una casa. Me lo trajeron a la Estación y aceptó el delito pero no se judicializó porque los mismos habitantes se encargaron de señalarlo, censurarlo y excluirlo. Nadie le hablaba. Esta estrategia, además de ser tradicional y antigua, les ha funcionado porque a partir de allí el joven no ha vuelto a robar”, dijo.

A diferencia de otros municipios del Atlántico, Piojó aún no padece el problema del mototaxismo. Sus habitantes todavía prefieren transportarse a lomo de mula. Según estadísticas del Fondo de Prevención Vial, en 2006 solo se reportó un accidente de tránsito contra ninguno en 2007, por lo que su seguridad vial y su buena movilidad se mantienen.

La única situación que en los últimos años ha generado alteración del orden público es la puja entre dos grupos políticos por la Alcaldía Municipal. Esto ocurre cada cuatro años durante la jornada de elecciones populares.

Para la alcaldesa (e) de Piojó, Miladys Hernández Pardo, en el pueblo impera la Ley de la seguridad. Ella cuenta que un solo caso de robo se conoció hace aproximadamente dos meses, ocurrido en el corregimiento de El Cerrito.

“A pesar de que se robaron unos semovientes, las autoridades indicaron que los protagonistas del hecho no fueron habitantes del Municipio. A la gente de acá no se le da por cometer esos delitos”, afirmó la mandataria.

Pero como dice el viejo adagio ‘Es mejor prevenir que curar’, tropas del Ejército Nacional vigilan de día y de noche los alrededores de Piojó con el fin de evitar que cualquier incursión delincuencial acabe con el clima de tranquilidad que se respira en la población.

Pocas son las personas que se sientan en las esquinas a conversar. Sin embargo, Rebeca Gallardo, quien lleva 55 años viviendo en el pueblo, se ha convertido en la líder comunitaria de Piojó por su empuje y las ganas que le pone a las actividades de la iglesia y de la comunidad en general.

En las mañanas se sienta en una de las partes más altas de la población, a un costado de la plaza central a conversar y mirar quién entra y quién sale. “Al desconocido aquí se le sacan las tripas. Se le pregunta pa’ dónde va, a quién busca y cómo se llama. Eso lo hacemos por seguridad de nuestro territorio, porque los nativos nos conocemos todos, de norte a sur y de este a oeste”, asegura la mujer.

A pesar de que le dan gracias a Dios por la tranquilidad y la paz que tienen, a ellos les preocupa la pobreza y el de-sempleo que los azota. Según la líder piojonera, los robos aislados se presentan por la necesidad de comer.

“De vez en cuando y de cuando en ve’ alguien se roba una gallina flaca, unos mangos o unos trozos de yuca y pare de contar”, afirma doña Rebeca como es popularmente conocida entre sus vecinos. La mayoría de los piojoneros muere de vejez y el resto por ‘achaques’.

Doña Rebeca asegura que en el último año han fallecido unas siete personas, situación que todavía no ha generado la extensión del cementerio. Lourdes Jiménez, de 44 años, confirma esto. Desde hace más de diez años está a cargo del cuidado y la administración del cementerio central.

Ella señala que esporádicamente se celebra un sepelio, y que por lo general el difunto es un anciano. “Hasta el 2000 ó 2002, tenía que pasar un año para celebrar un sepelio. Además, este cementerio es único porque la misma familia trae los materiales, hace la mezcla y le pega la tapa a la bóveda. A veces, la única persona contratada es la ‘plañidera’ pa’ que el muerto crea que lo acompañaron a su última morada”, sostiene.

 


A diferencia de otros municipios del Atlántico, los piojoneros prefieren transportase a lomo de mula que en mototaxi. De hecho, este servicio no ha llegado a la población.
 
 

A pesar de vivir al lado del camposanto, jamás ha sentido o visto un espanto. Ella dice que esas versiones son afirmadas por las personas más ancianas del pueblo, quienes creen en la existencia de fantasmas.

Sin embargo, otros han sido víctimas de espantos encarnados por habitantes, quienes en su afán por ‘mamar gallo’, asustan al primero que se aparezca bajo la luna.

El Hospital Central de Piojó solo presta servicios de primer nivel. Afortunadamente, está bajo la reinante seguridad y tranquilidad de la población atlanticense.

La subdirectora científica, Katerin Recuero, dice que la mayoría de habitantes que llega al centro médico es atendida por fiebres, virosis y enfermedades leves.

“Casi nunca llegan pacientes heridos con arma de fuego. Algunos campesinos vienen para que uno le suture alguna cortada causada por machetazos cuando están en las labores del campo”, sostiene.

La funcionaria asegura que durante la temporada de elecciones populares, carnavales y fiestas patronales de San Antonio de Padua es cuando el centro de salud ‘se llena’: cuatro o cinco casos de personas heridas con arma blanca en los cuatro días. Además, el personal médico del Hospital Central está compuesto por 15 personas, entre enfermeras, médicos generales y especialistas, quienes hasta ahora han resultado suficientes para atender a los 2.500 piojoneros.


SOLO 14 CASOS DE INASISTENCIA ALIMENTARIA EN 2007


En Piojó las peleas matrimoniales son esporádicas y aisladas. En 2007 solo fueron registrados 14 casos de violencia intrafamiliar contra cero ocurridos hasta lo corrido de 2008.

Según Rubén Darío Villanueva, inspector y comisario de Policía, los enfrentamientos se originan, en su mayoría, por inasistencia alimentaria.

“Las peleas entre marido y mujer no son violentas. Por lo general, las mujeres reclaman la alimentación de sus hijos; por infidelidad, casi nunca, y más es lo que discuten que lo que se pegan, de pronto un ‘manotón’ en el brazo pero hasta allí”, asegura.

Estas discusiones —sostiene Villanueva— terminan en una cita de conciliación donde ambos se marchan en paz y con los compromisos pactados ante mi despacho.

 

 

 

 

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